martes, 29 de septiembre de 2009

No hay lenguas minoritarias


Jesús Royo en La Voz Libre.


No hay lenguas minoritarias per se, sino en relación a un medio o a una actividad. El español es mayoritario en España, pero minoritario en USA y Filipinas. El catalán es minoritario en España y en el cine, pero es mayoritario en Vic (Barcelona), en la Administración y la escuela. Decir que en el Parlament -donde el catalán es lengua única- se protege al catalán por ser una lengua minoritaria es -como mínimo- un sarcasmo. ¡Anda ya!

Lo correcto, en todo caso, sería reclamar la protección, no del catalán, sino de la lengua minoritaria, sea cual sea en cada caso. Eso implica la protección del castellano allá donde esté en un estado precario. Por ejemplo, se debería potenciar la imagen social del castellano como lengua hermosa, apta para la Administración y para la ciencia. En la Cataluña actual, la frase "el castellano es una lengua hermosa" es algo clandestino. Los alumnos catalanes, por obra de la inmersión, apenas pueden construir un texto científico en castellano. Tienen una idea del castellano de que es la lengua de la calle o de casa, pero no de la ciencia.

Y sobre todo, hay que reforzar el castellano como lengua catalana que es, apta para usarla en Cataluña, en todos los ámbitos y sin complejos. Habría que potenciar el castellano para hablar del Parlament -sería el Parlamento de Cataluña-, el Govern -o sea, el Gobierno catalán-, Gerona, Lérida, el Ebro, los Pirineos, Tortosa -pronunciado con dos ‘os’ y ‘ese’ sorda-, etcétera. Habría que dar el nombre de las calles en las dos lenguas: Consejo de Ciento, Cortes Catalanas... Que los castellano hablantes sintamos a Cataluña tan nuestra como los catalano hablantes. El castellano debe dejar de ser la lengua de la pobreza y del fracaso social y, asimismo, la lengua extranjera o anticatalana. Eso también es normalización lingüística y debería ser tarea urgente de una Generalitat de todos.

También se suele equiparar la protección del catalán con la discriminación positiva de las mujeres: todo son discriminaciones positivas, se dice, para proteger al débil. Cierto, pero la discriminación positiva es provisional por naturaleza y debe acabar cuando el débil consigue la igualdad. No tiene sentido favorecer el acceso de los negros americanos a la liga de baloncesto, porque ya están en ella sin barrera alguna. Sí debe favorecerse que accedan a la política, a las finanzas, a la universidad. Comparar la discriminación positiva de la mujer o de los negros con la del catalán, quizá resulte ofensiva para ellos: la mujer -o el negro- no pediría igualdad si ocupara el cien por cien de los escaños del Parlamento y tuviera en sus manos el 80 por ciento del poder económico, de la enseñanza, la iglesia y la cultura. Seamos serios.

Más bien al revés. Habría que discriminar positivamente al castellano para que entre allí donde no está: en el Parlament, en la escuela, en el poder económico, en los niveles decisorios de la Administración, en los barrios caros, en los viajes de lujo. ¿Por qué no proponemos una ‘ley de paridad’ en las listas electorales? Está bien promocionar que el catalán se hable en Santa Coloma, si al mismo tiempo se promociona el castellano en Olot. Y promocionar que el colomense tenga prioridad para ir de diputado al Parlament. Habría que priorizar el acceso de los castellanos al poder. Eso sí que sería ‘fer país’.

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