sábado, 5 de septiembre de 2009

Qué desmayo de España y lo español‏


Ignacio Ruiz Quintano en ABC


«TABARRÓN» es palabro feo que ronronea con todas sus erres, por lo que nuestros costumbristas, más que escribirlo, lo pinchaban con su pluma sobre el papel, como a un insecto repugnante.
El tabarrón catalán es algo que sólo España puede soportar.
-Se habla del Estatuto, de Azaña, del laicismo -anota Ruano en el café (la República española salió del café, otra cosa que ignora el pobre Cayo Lara)-. Todo esto es triste, pesado y poco confortable. ¡Qué desgana de primavera, Dios mío; qué desmayo de España y lo español!...
Primavera del 32. Setenta y siete años, pues, de tabarrón.
Tienen el Estatuto, tienen a Azaña (si Azaña fue un escritor sin lectores, Montilla es un lector sin escritores) y tienen el laicismo expresado en esa manía de entrar a los restaurantes sin camiseta. Tienen a Roures, que es como el basilisco de la situación. Y tienen -en la TV- los humoristas, uniformados de «botigers» de pompas fúnebres, a modo de luto por su falta de humor. Qué lejos, el «botiger», de la elegante dejadez del confitero andaluz, que, mientras el cliente toma del mostrador los dulces que desea, mira hacia otro lado, con distracción, para preguntar luego, a la hora de cobrar, sencillamente: «¿Qué ha tomado usted?» Y el cliente contesta: «Dos yemas de huevo y una de coco...» Aunque una vez Pemán sorprendió este diálogo entre el confitero y el cliente, caballero formal con el retrato de la señora en dije de esmalte:
-¿Qué ha tomado?
-Dos yemas de huevo.
-¿Tres ha dicho?
-Sí, tres...
El tabarrón catalán es el precio de mantener a Zapatero y su corte de intelectuales en el poder.
El clima público de España, dice Ruano, produce tontos y locos.
-Y un tercer tipo, que es el político. Este tipo, más internacional, es en España genuino, autóctono.. La historia breve de España no es una genealogía de reyes, sino una genealogía de políticos. El tipo del político (antes, ahora y posiblemente después) es una variante de la anormalidad. Suele comenzar haciendo locuras y terminar haciendo tonterías. Al principio es ofensivo. Al final, inofensivo.
¿Inofensivo? Eso se tenía dicho de los cafés, y ya se vio.
-Siempre me acordaré -aclara Ruano- de que la manifestación revolucionaria que avanzaba por el paseo de Recoletos con el sano propósito de quemar el ABC, la manifestación que disolvió con unos tiros al aire la Guardia Civil, se había formado con elementos del Café de la Granja y Negresco, y había tanto pequeño literato en ella, que yo tuve la sospecha de que todos aquellos energúmenos eran gentes que no habían podido colaborar en ABC y Blanco y Negro y habían decidido quemar aquella casa, que no pudieran antes asaltar con sus gerundios.
¿Cómo extrañarnos que un día, harto del tabarrón del «Estatut», el pícaro Pepe Blanes esquilara al poeta y diputado Ventura Gassols su melena de león?

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